viernes, 2 de febrero de 2018

Tres colores: Azul

EL AZUL INSUPERABLE

No hay muchos materiales en la naturaleza de este color, el azul, que sirvan como pigmento. Pero hacia el año 1200 de nuestra era comenzó a aparecer en el arte occidental el que es, sin duda, el de mayor esplendor y estabilidad entre los pigmentos naturales: el azul ultramar.

Se obtiene del lapislázuli, una escasa piedra semipreciosa que aparece asociada a calizas cristalinas afectadas por metamorfismo de contacto. La roca está formada por varios minerales: el principal es lazurita (no confundir con azurita), al que suelen acompañar pirita (un sulfuro de hierro) y calcita (carbonato cálcico), así como algunos otros silicatos.
   Lapislázuli pulido, de Afganistán. Las manchas doradas son de pirita; los colores blancos, en motas y en líneas muy finas, se deben a la calcita. Foto Parent Géry 

Baco y Ariadna (hacia 1520-1523), obra del pintor de la Escuela Veneciana Tiziano. Óleo sobre lienzo, 177 x 191 cm, National Gallery de Londres. El artista muestra una impresionante utilización del ultramar, obtenido del lapislázuli: en el cielo, en las telas de los personajes y en las colinas del fondo. Merece la pena, y mucho, ver la distribución de los pigmentos en este cuadro, la mayoría de origen mineral. Imagen: Google Art Project    

La lazurita es el principal componente del lapislázuli y el que le proporciona el color azul. Pero las impurezas (es decir, el resto de los minerales acompañantes) hacen que la extracción del apreciado pigmento sea sumamente laboriosa. De hecho, cuando se pulveriza el lapislázuli adquiere un color grisáceo. El complejo proceso de elaboración del ultramar, según la descripción del Libro del Arte, escrito por el pintor Cennino Cennini en el primer tercio del siglo XV, puede seguirse en este interesante e instructivo vídeo (6 min 12 s).  

A esta dificultad se unía otra no menos importante: la localización de la materia prima, toda ella situada en el entonces lejano oriente, en lo que hoy es Afganistán (los yacimientos de lapislázuli en el área del lago Baikal, en Siberia, y en la comuna de Monte Patria, en Chile, se descubrieron en épocas mucho más recientes).  
     Bloques de lapislázuli en una cantera de la provincia de Badajshán (extremo noreste de Afganistán), donde se extrae desde hace más de 6.000 años. 
Foto Rahmat Gul / AP Photo

Lazurita, mineral principal del lapislázuli. Es un silicato alumínico sódico-cálcico con pequeñas cantidades de azufre. Puede aparecer con diferentes tonos de azul y habitualmente se presenta como una masa compacta, sin cristales. Sin embargo, a veces, se encuentran ejemplares como este, un cristal dodecaédrico (doce caras) de unos 3 cm, muy bien formado. También procede de la provincia afgana de Badajshán. Foto vía Crystal Classics  

Lejanía de la materia prima ("más allá el mar", de ahí el nombre de este azul) y dificultad de extracción del pigmento: los dos aspectos que determinaron su elevadísimo precio, incluso más caro que el oro. Venecia, la poderosa ciudad-estado de la Baja Edad Media y primeros dos siglos de la Edad Moderna, y durante mucho tiempo capital comercial de los valiosos productos traficados desde China y la India, tenía la suficiente capacidad de suministrar el mejor ultramar a sus mejores pintores. La historia del poder económico es de inestimable ayuda para entender la del arte. 

A pesar de ello, los pintores europeos lo pudieron utilizar con más o menos restricciones. Como único pigmento azul aparece, por ejemplo, en La lechera (hacia 1660), de Johannes Vermeer, un pintor que lo empleó en casi todos sus cuadros. Usado junto a otros pigmentos azules lo podemos ver en La joven de la perla (h. 1665), igualmente de Vermeer; en La fragua de Vulcano (1630), de Diego Velázquez; o en El juicio final (h. 1504-1508), de El Bosco, entre otras famosas pinturas.

LA AZURITA Y SUS PROBLEMAS

El precio del ultramar obligó a muchos pintores a buscar otras fuentes para el azul. La mejor de ellas provenía también de un mineral: la azurita, un carbonato de cobre. Aunque tampoco era barato, proporcionaba un azul de gran calidad a menor coste. Las ventajas eran claras: no había que depender de Venecia (que no solo era el centro de importación de lapislázuli, sino también el de manufactura del ultramar), había yacimientos en Occidente, y la obtención del pigmento era francamente sencilla: un trozo de mineral se muele, después se lava y se diluye en agua, y finalmente se tamiza. Las partículas gruesas proporcionan un color azul oscuro, mientras que las finas aportan una coloración más clara. 
             Cristales de azurita, de hasta 2,5 cm de máxima dimensión, procedentes de la mina de Tsumeb, en el norte de Namibia. Foto vía Crystal Classics

Dama con una ardilla y un estornino (h. 1526-1528), del alemán Hans Holbein el Joven. Óleo sobre madera, 56 x 39 cm. Para el fondo utilizó azurita como pigmento, mezclado con blanco de plomo. Imagen: National Gallery de Londres 
   
El pigmento obtenido de la azurita es relativamente estable. De hecho, se ha conservado bien en muchos de los cuadros de grandes pintores clásicos: la mayoría de los azules de El Greco o de El Bosco están hechos con este colorante, al igual que el cielo de La rendición de Breda (h. 1635), de Diego Velázquez, por citar solo algunos ejemplos. 

Sin embargo, cuando se han aplicado capas gruesas de óleo con azurita se han vuelto, con el paso de los años, muy oscuras, casi negras, especialmente cuando el pigmento no estaba mezclado con ningún otro. Una posible explicación, aunque no la única, es la formación de una fina capa superficial de óxido de cobre sobre las partículas de azurita. 

Pero el problema principal de la azurita aparece en los frescos, donde tiende a pasar a verde, tal como se aprecia en casi todas las pinturas murales medievales en que se utilizó. El contacto con el agua transforma la azurita en otro mineral, la malaquita, un carbonato de cobre verde de composición muy similar. También se han detectado alteraciones a otros minerales, como la atacamita y la paratacamita, unos oxicloruros de cobre que proporcionan igualmente colores verdosos:
El monasterio de Voronet, del siglo XV, es una de las famosas iglesias pintadas de Bukovina (noreste de Rumanía) que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En este fresco de su fachada sur se aprecia cómo el fondo azul de la azurita ha pasado a verde en su zona inferior, debido al ascenso de agua por capilaridad: la azurita se convirtió en malaquita. Foto Ava Babili 

 Cristales de azurita, parcial o totalmente reemplazados por malaquita (color verde), un proceso de alteración en los minerales conocido como seudomorfismo. El ejemplar procede también de la mina de Tsumeb, en el norte de Namibia. Foto vía Crystal Classics

Y a continuación una obra de un artista contemporáneo, Martín Kline (Norwalk, Ohio, EE. UU., 1961). Aunque dedicada a dos de los grandes pintores de la Escuela Veneciana del siglo XVI (los azules de Tiziano y el magnífico verde esmeralda de Veronés, de ahí su título), también parece contarnos, como los frescos rumanos de Voronet, lo que le puede ocurrir a la azurita en contacto con el agua: 
   Veronese e Tiziano, de Martin Kline, año 2012. Encausto en panel, 
122 x 137 x 9 cm

Otra contrariedad: los pigmentos con partículas gruesas de azurita tienden a producir grietas en la pintura al temple, debido a la mayor acumulación de aglutinante en los poros existentes entre partículas; aunque, por otra parte, tienen la ventaja de ser menos propensos a su transformación en malaquita que los pigmentos a base de partículas finas. Así lo han puesto de manifiesto, en 2017, la geóloga Carolina Cardell, del Departamento de Mineralogía y Petrología de la Universidad de Granada, y otros colegas de esa misma universidad, en un artículo publicado en la revista Dyes and Pigments. ¿Solución? En las pinturas con pigmentos a base de partículas gruesas de azurita, más duraderas en color, se podría reducir el desarrollo de las grietas añadiendo pequeñas cantidades del mismo pigmento con grano fino.

AZULES DE NUESTROS DÍAS (Y DE NUESTRAS NOCHES)

Para el azul, el gran problema a lo largo de varios siglos, se fueron encontrando nuevas alternativas basadas en la síntesis química. Primero fue el azul de Prusia (ferrocianuro de hierro), descubierto casualmente en Berlín por el fabricante de pinturas Johann Jacob Diesbach y el alquimista Johann Conrad Dippel en 1705. Luego vinieron el azul cobalto (un aluminato de cobalto, obtenido en 1802), el azul cerúleo (una mezcla de óxidos de cobalto y estaño, sintetizado por primera vez hacia 1805) y el ultramar francés o artificial (conseguido por el químico Guimet hacia 1828). De los pintores impresionistas se sabe que, de los veinte pigmentos principales identificados en sus cuadros, doce ya eran sintéticos: entre ellos, estos tres últimos azules producidos por primera vez en el siglo XIX. 

Sería casi interminable la lista de pintores que, ya en el siglo XX, han sucumbido al azul: Picasso, Kandinsky, Yves Klein (con su conocido International Klein Blue), ... y tantos otros. Disponían de un amplio abanico de azules sintéticos, asequibles, que se fueron incrementando a lo largo del siglo con otros como el azul de manganeso artificial y el azul monastral (una laca de ftalocianina de cobre). A partir de finales de la década de 1940 llega la revolución de las pinturas acrílicas: una emulsión de un polímero acrílico y agua donde están contenidos los pigmentos; además de otras ventajas, comenzaron a ofrecer rápidamente una enorme variedad de colores, azules incluidos. 

La pintura del siglo XXI no renuncia tampoco al azul, casi una obsesión para ciertos artistas. Incluso el ultramar original, a partir de lapislázuli, sigue siendo utilizado por algunos pintores contemporáneos, ya a precios más módicos que antaño (aunque también muy altos). 

Martin Kline es uno de los pintores que indaga apasionadamente sobre este color, como también muestran estas dos obras suyas. Pero no solo: son cuadros que rinden homenaje a la ciudad donde reinó el ultramar, la Serenísima República de Venecia (el nombre oficial de la opulenta ciudad-estado); y su técnica, el encausto (cera de abeja mezclada con pigmentos, aplicada en caliente) nos remite a los antiguos griegos y romanos, cuyas pinturas realizadas sobre paneles de madera con este procedimiento han perdurado en el tiempo y mantenido su intensa coloración. La abstracción también se nutre del arte clásico:
                        Venecia, obra de Martin Kline (año 2012). 
               Encausto en panel, 127 x 122 x 9 cm 

Little Serenessima (año 2015), de Martin Kline. Encausto en panel, 61 x 61 x 9 cm 

El español Alberto Reguera (Segovia, 1961) es otro singular pintor del azul. Lo incorpora a partir de una gran variedad de pigmentos para sus abstractas y poéticas composiciones, a menudo inspiradas en la naturaleza. Hace casi tres años, comentó en una entrevista: "El azul, al que considero el color más inmaterial, me ayuda a generar sensaciones de vértigo y de profundidad". 
    Nocturnas materias superpuestas (2009-2011), de Alberto Reguera. Acrílico sobre lienzo, 200 x 200 cm 

En los últimos años ha ido engrosando el formato del bastidor y su pintura huye, no sabe bien hacia dónde, aunque parece feliz de hacerlo: 
 The journey of pigments (El viaje de los pigmentos), de Alberto Reguera. Técnica mixta, 200 x 200 x 19 cm, año 2016 

Escapadas celestes (2017), de Alberto Reguera. Técnica mixta, 150 x 150 x 17 cm


MINERALES DE AZUL

En algunas ocasiones, el color de los minerales se debe a las impurezas que contienen, especialmente de ciertos elementos metálicos cromóforos, con una elevada capacidad de pigmentación incluso en cantidades bajísimas. La primera vez (y, por cierto, la última) que tuve ocasión de investigar el origen del color azul en minerales fue en unas curiosas excéntricas de una cueva, la Gruta de las Maravillas (en Aracena, sur de España). Las excéntricas son un tipo de concreciones de carbonato cálcico, en este caso de aragonito, que a diferencia de las estalactitas y las estalagmitas no crecen según un eje vertical, sino que adoptan patrones extraños: en espirales o en forma de racimos y de agujas, a veces retorcidas, que apuntan en múltiples direcciones.

El principal elemento cromóforo que detectamos en los análisis, en cantidades significativas, fue el cobre, en 183 partes por millón. Años atrás ya se había constatado, en una cueva francesa, que el umbral mínimo de cobre para que las excéntricas aparecieran azules era de entre 50 y 100 partes por millón, menor aún que el que nosotros obtuvimos.
  Excéntrica azul de aragonito, en la Gruta de las Maravillas. El color azul se debe a impurezas de cobre. Foto de mi amigo Paco Hoyos (Francisco J. Hoyos)

Otros minerales, sin embargo, deben el color a sus constituyentes principales, como suele ocurrir en los minerales metálicos. Pero, aunque contengan uno de esos elementos cromóforos, como es el cobre, éste no imparte un color único, sino que depende de los otros elementos químicos a los que está unido en el cristal y de cómo todos ellos están ordenados en él. Por ejemplo, la azurita contiene cobre y la misma cantidad de carbonato que de iones de hidróxido: el cobre le da el color azul. Pero en la malaquita, de similar composición, el hidróxido es el doble que el carbonato: el cobre colorea en verde. 

¿Y la lazurita, el mineral del lapislázuli? Aquí el caso es bien distinto: no contiene cobre, ni cobalto (que también puede proporcionar azul) ni ningún otro elemento cromóforo.El mineral es un silicato de aluminio, cuya estructura cristalina está compuesta básicamente de átomos de aluminio o silicio enlazados con oxígeno, formando una red de tetraedros (poliedros de cuatro caras) que rodean al sodio. Los silicatos alumínicos suelen ser incoloros o blanquecinos, pero la lazurita presenta azufre en su composición. Los átomos de azufre se pegan a esa red en grupos inestables de tres, intercambian un electrón y, gracias a esto, el cristal absorbe la luz roja. Resultado: percibimos el color complementario al absorbido, el azul. 

Un complicado mundo, sin duda, el de los colores minerales. Por cierto, además del lapislázuli y la azurita solo se han utilizado dos pigmentos minerales, no sintéticos, para obtener colorante azul. Uno de ellos es la vivianita, un fosfato de hierro hidratado que, aunque se ha usado como pigmento desde la antigüedad, es muy raro encontrarlo en pinturas al óleo. El otro es la aerinita, un silicato-carbonato químicamente muy complejo y de estructura similar a las de ciertas zeolitas fibrosas; hay extraordinarios ejemplos de su aplicación en el arte románico catalán, tanto en pintura al temple en objetos de madera como en pinturas murales al fresco (un magnífico ejemplo es el Pantocrátor de la iglesia de San Climent de Taüll).     

¿VUELVE EL AZUL DE PRUSIA? 

Este color, el azul de Prusia, se considera el primer pigmento sintético moderno. Es corriente que aparezca en numerosas pinturas entre los siglos XVIII y XX. Pablo Picasso, por ejemplo, lo utilizó en las obras de su etapa azul (1901-1903). Su cuadro La habitación azul es el más recientemente estudiado desde el punto de vista de los pigmentos y la estructura de sus capas (mediante microanálisis de muestras de pintura en combinación con imágenes obtenidas por reflectancia y fluorescencia de rayos X), cuyos resultados publicaron Patricia Favero y colegas en este artículo del año 2017, en la revista Heritage Science
                         La habitación azul (1901), de Picasso. Óleo sobre lienzo, 50 x 62 cm. El azul de Prusia, solo o mezclado con otros pigmentos, es el predominante en las abundantes zonas azules del cuadro. También usó ultramar artificial en ciertas partes, como en el mar del paisaje que aparece en la pared del fondo. Imagen: The Philips Collection  (Washington D. C.)

Con la serie de cuadros Azul de Prusia, el mexicano Yishai Jusidman (Ciudad de México, 1963) aborda el Holocausto desde una perspectiva pictórica diferente: generando un silencio solemne y directo, elocuente en sí mismo. El producto Zyklon B era la marca registrada de un pesticida a base de cianuro utilizado por los nazis en las cámaras de gas, que a veces deja en las paredes un residuo azul, de composición similar al azul de Prusia. Aún hoy pueden verse esas manchas en los antiguos campos de concentración, como en el de Majdanek (Polonia). 
        Majdanek (2012), de Yishai Jusidman. 
Acrílico sobre tabla, marco del artista, 84 x 107 cm  

En ninguna de las obras de esta serie aparecen personas. Solo silencio, espacios vacíos, huellas. Manchas que ni los trapos son capaces de limpiar: 
Trapo 6, detalle. Obra de Yishai Jusidman (2013-2014). 
Acrílico sobre algodón montado en tabla, 44 x 37 cm 

Toda esta serie, que Jusidman expuso entre agosto de 2016 y febrero de 2017, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC, Ciudad de México), la compuso exclusivamente en diferentes gamas de azul. En el último cuadro que muestro, los azules ya se acercan al negro."El azul, cuando está a punto de hundirse en el negro, evoca un dolor que casi no es humano" (Kandinsky). 
     Prussian Blue (Azul de Prusia), de Yishai Jusidman (2014-2015). Óleo y acrílico sobre lienzo, montado sobre tabla, 236 x 203 cm

Nota final: El nombre de esta entrada está tomado de la película Tres colores: Azul (1993), dirigida por el polaco Krzysztof Kieslowski (1941-1996). Después rodó Tres colores: Blanco (1994) y cerró la trilogía con Tres colores: Rojo (1994), la última película que dirigió antes de su muerte. 
    

Próxima entrada: primera semana de abril de 2018. Mientras, sean felices (con moderación). 

  


         
      

9 comentarios:

  1. Hola Joaquín, el tema de tu artículo me ha resultado apasionante, aunque me ha despertado algunas dudas. Por ejemplo ¿quieres decir que la diferencia de color entre la azurita y la malaquita la genera la distinta proporción de iones de hidróxido? y ¿ese comportamiento es apreciable en otros minerales?
    Gracias por tu Blogs siempre lo disfruto.

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    1. Te agradezco la explicación detallada, Sin embargo, tendrás que tener paciencia para aclararme otra duda. ¿Has dicho que en algunas ocasiones, el ópalo reemplaza a la madera, en estos procesos de transformmación?

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    2. La transformación de madera en ópalo está explicada en una antigua entrada del blog: "ES MADERA, FUE MADERA"

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  2. La azurita y la malaquita son dos carbonatos de cobre. Pero en el primero, la azurita, los iones de hidróxido están en idéntica cantidad que los de carbonato (y en la malaquita los de hidróxido son el doble). Por ello es esa relación, iones de hidróxido/iones de carbonato, la que acaba determinando el color y la especie mineral. Vaya, que en la azurita son 1/1 y en la malaquita 2/1.
    Las transformaciones de un mineral en otro, como ocurre con la azurita (que puede convertirse en malaquita o en otros minerales), no es un fenómeno especialmente raro: la anhidrita que pasa a ser yeso, el olivino que se convierte en serpentinita, el aragonito en calcita, etc. A veces ocurre por simple alteración ocasionada por el agua u otros fluidos, mientras que en otras situaciones el fenómeno es más complejo, como en el ópalo que reemplaza a la madera y que, con el tiempo y la acción de aguas calientes, suele transformarse en calcedonia o en cuarzo.
    Gracias por tu interés

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    1. En cualquier caso, por si no he dejado claro la respuesta a la primera pregunta, es el COBRE el responsable del color: azul cuando se une a iones de hidróxido y de carbonato que están en relación 1/1; verde cuando esa relación es 2/1.

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  3. Enhorabuena por esta entrada y por el blog. Me han gustado especialmente las obras que has puesto de Alberto Reguera. Dices que utiliza muchos pigmentos azules, ¿sabes cuáles?

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  4. Por lo que él comentó en una entrevista, a raíz de una exposición suya en Hong Kong en 2015, usa azul Wedgewood (azules claros), azul de Prusia, azul cobalto, azul ultramar (supongo que artificial, aunque no lo sé) y alguno más. De hecho, decía que utilizaba casi todos los azules.
    Un saludo.

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  5. Hola, Joaquín. Muchas gracias por esta entrada tan llamativa e interesante. Te quería hacer un par de preguntas. ¿Hay más minerales azules, además de los que citas? La segunda pregunta se refiere a la pintura de Hans Holbein el Joven, "Dama con una ardilla y un estornino". Tú dices que para el fondo usó azurita mezclada con blanco de plomo; sin embargo en la Wikipedia (versión inglesa) sólo hablan de la azurita como fondo de esta pintura. Entonces, mi pregunta es: ¿solo azurita o azurita con ese otro pigmento?
    Un saludo. Javier R.

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    1. Hola, Javier.
      Sí, además de la lazurita, la azurita y la vivianita, hay más minerales habitualmente azules (aunque ninguno de ellos parece servir como pigmento):la linarita (un sulfato de plomo y cobre), boleíta (un cloruro de potasio, plata, plomo y cobre), cianita (un silicato de aluminio), la tanzanita (un raro mineral que presenta tres colores según la orientación del cristal: azul,violeta y rojo oscuro), la sodalita (silicato alumínico de sodio y cloro, que puede aparecer de otros colores) y la indigolita, que es un mineral del grupo de las turmalinas. Y la turquesa, claro, un fosfato de aluminio y cobre. Que yo sepa, aunque seguro que hay algún otro más. Además, hay minerales que pueden ser "ocasionalmente" azules: por ejemplo, cuarzos de Brasil que presentan franjas azules por minúsculas inclusiones de indigolita, y otros minerales que suelen ser incoloros o traslúcidos pero que, al incorporar algún elemento cromóforo, toman este color, como los aragonitos que aparecen en la Gruta de las Maravillas y en otras cuevas.
      Respecto a la otra pregunta, efectivamente la Wikipedia en inglés incorpora esa pintura, "Dama con una ardilla y un estornino" en su entrada sobre la azurita y señala lo que tú dices. Pero hay un estudio de los pigmentos de este cuadro, publicado por Foister y otros dos colegas en el Boletín Técnico de la propia National Gallery de Londres (1994), en que explican el resultado de sus análisis: el fondo es de azurita con mezcla de blanco de plomo. Lo cual, además, seguramente ha ayudado a preservar la azurita y mantener ese esplendoroso azul del fondo.
      Un saludo.

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